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España ha acumulado un retroceso de su nivel de PTF (productividad total de los factores) del -7,3% entre 2000 y 2022.

La productividad con la que se emplean los recursos es la palanca fundamental de las mejoras de la renta y el bienestar de los países. España ha acumulado un retroceso de su nivel de PTF (productividad total de los factores) del -7,3% entre 2000 y 2022, un resultado que contrasta con los avances de países desarrollados como Estados Unidos, donde la PTF ha crecido un 15,5% en este mismo periodo, o Alemania (con avances del 11,8%).

La explicación al desastre de la productividad en España tiene que ver con varios de los elementos: turismo, ladrillo y hostelería.

En lo que respecta al ladrillo, el boom inmobiliario de principios de siglo explica, en buena medida, el negativo comportamiento agregado de la PTF, ya que atrajeron enormes inversiones que resultaron poco productivas. Estas inversiones desembocaron en excesos de capacidad no utilizada, que afloraron sobre todo cuando la economía entró en recesión. En la etapa que transcurre entre 1995 y 2007, la inversión residencial y en otras construcciones se guio más por las ganancias de capital esperadas a corto plazo, impulsadas por las alzas de precios de los inmuebles durante el ciclo expansivo, que por la productividad que podrían ofrecer a medio plazo dichos capitales si fueran plenamente utilizados.

El lastre que ha supuesto ese periodo se prolonga hasta nuestros días porque los activos inmobiliarios son muy duraderos y pueden permanecer parcialmente desaprovechados durante décadas, suponiendo costes de amortización y financieros para las empresas o los hogares que los poseen.

Otro motivo es la baja inversión en activos que deben contribuir a impulsar la productividad como I+D, software y bases de datos, diseño, imagen de marca, formación de la empresa a sus trabajadores, estructuras organizativas innovadoras, etc. Cuyo potencial para mejorar la eficiencia de las empresas es elevado. Los expertos de IVIE y la Fundación BBVA explican que, en comparación con las economías avanzadas, España ocupa la última posición en inversión en intangibles, a la que solo destina el 40,5% de la inversión total. Este porcentaje sitúa a España en las últimas posiciones, con un 9,5% en 2020, casi la mitad del de los líderes internacionales como Francia, Suecia o Estados Unidos.

En estos países la inversión de las empresas en capital está muy ligada al crecimiento económico, en España lo es la inversión en factor trabajo (contratación de más trabajadores), algo que tiene que ver mucho con el tipo de modelo productivo de cada país. En España los sectores del turismo, la hostelería y la construcción tienen un gran peso, sectores muy intensivos en factor trabajo y poco productivos, de ahí que impiden que la productividad avance al mismo ritmo que en otros países de alrededor durante las expansiones. En esas economías, el crecimiento está más ligado a la inversión en maquinaria o la tecnología, sectores que generan mayor valor añadido y se prestan a la innovación.

La condicionante educación también juega un papel muy importante, los pobres resultados educativos y la temporalidad laboral limitan el potencial productivo del capital humano acumulado. A la vez que la falta de profesionalización en la gestión, especialmente en empresas pequeñas con una fuerte concentración de poder en una persona sin formación superior, también afecta la productividad. La ausencia de personal altamente calificado en la dirección de muchas empresas impacta en la especialización, la calidad de los empleos y la eficiencia en las inversiones.

No obstante, la productividad parece estar cambiando levemente su comportamiento en España en los últimos años. Tras la Gran Recesión, la productividad total de los factores o PTF experimentó en España un cambio de tendencia, registrando una muy modesta mejora acumulada de este indicador del 1,2%, entre 2013 y 2019. Tras la pandemia, el indicador sigue creciendo con un 2,8% acumulado entre 2021 y 2022 (1,4% cada año).

Poco a poco, y ante la ausencia de burbujas, la economía española va dedicando una mayor cantidad de recursos a los sectores más productivos. Pese al retraso que sigue sufriendo España en este aspecto, se aprecia un cambio de tendencia y la tasa de crecimiento anual del 3,9% entre 2013 y 2019 de los activos intangibles en comparación con el 2,6% anual del periodo 2000 a 2013.

Si España quiere cerrar la brecha se necesita un auténtico boom de la productividad, lo que requeriría un capital humano mejor formado y unas empresas de mayor tamaño (con capacidad para invertir). En definitiva, como señalaba Javier García Arenas, de CaixaBank Research, a finales de 2023: «La mejora sustancial de la productividad en la economía española exige poner el énfasis, entre otras palancas, en la educación, el tamaño empresarial y la innovación».

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